domingo, 15 de marzo de 2009

Las causas del Plan Bolonia y el objetivo de una huelga general indefinida en la enseñanza media y superior

Artículo sobre las causas del Plan Bolonia y la necesidad de una huelga general indefinida en la enseñanza media y superior por la derogación de la LOU y sus Reales Decretos.

El 12 de Marzo ha sido un día de manifestación, y en muchos casos huelga estudiantil en las escuelas y universidades de todo el Estado español, convocado desde el II Encuentro Estatal de Asambleas contra Bolonia de Valencia (Diciembre de 2008) y refrendado en las distintas Asambleas a nivel local, llegando a movilizar a 25.000 estudiantes en Barcelona y 15.000 en Madrid, en torno a 3000 en Zaragoza u Oviedo, 2000 en Valencia, 1500 en Murcia o León, más de 1000 en Salamanca, La Palma o Sevilla, centenares en otras ciudades como Granada, Cádiz, Jaén, Algeciras y así en más de 30 puntos, todo ello a pesar de las fechas de exámenes en institutos. La razón de dicha protesta no es otra que el rechazo ante la forma en que se viene implantando el Espacio Europeo de Educación Superior, más conocido como Proceso de Bolonia ó Estrategia Lisboa.

Sus directrices, reflejadas en el Informe Bricall, vienen delimitadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y su Acuerdo General de Comercio de Servicios de 1995 (ACGS), cuyo objetivo declarado es “liberalizar el comercio de servicios” a escala mundial.

Pero el Proceso de Bolonia es sólo un conjunto de declaraciones que, de por sí, no obligan a nada. Son las leyes de cada Estado, elaboradas por distintos ministerios, aprobadas en los parlamentos y aplicadas por equipos de gobierno afines, las que garantizan que estas directrices puedan estar llevándose a cabo.

En el Estado español son la LOU y sus Reales Decretos, el último de los cuales (aprobado el 29 de Octubre de 2007 bajo el mandato de Zapatero) transforma todo el sistema de titulaciones universitarias en “enseñanzas de Grado, Máster y Doctorado conducentes a la obtención de los correspondientes títulos oficiales” (Artículo 3.1).

Esto no es más que la punta del iceberg de este asunto. Todos sabemos que el precio de un Máster tiende a distar, con mucho, del precio global de una Licenciatura o Diplomatura. A eso cabe añadir una particular subida del precio del Grado, una importante reducción del contenido específico y la posibilidad, a través del Máster, de introducir la paulatina participación del capital empresarial en la Universidad Pública. Estas leyes atribuyen competencias a la ANECA (organismo externo a la universidad, que se encarga de establecer los nuevos Grados y Post-Grados) para que evalúe la validez de cada título de Grado o Máster, así como al profesorado, conforme a sus propios criterios.

Pero según su propia declaración de intenciones, para la ANECA “La educación también adquiere gran relevancia como factor para atraer inversión. [...] La OMC intenta ahora regular, además del comercio de bienes industriales, el comercio agrícola y de servicios…la liberalización de los servicios, posiblemente, va a ser bastante lenta. El capital humano, la educación y la investigación son factores fundamentales de competitividad y desarrollo. [...] Avanzamos hacia una sociedad de la información y del conocimiento, por lo que la OMC tendría que afrontar el tema del libre comercio del conocimiento, que hoy es un recurso transnacional y es algo que afecta directamente a la organización del servicio público de la Educación Superior”. Ello empieza a cobrar sentido cuando reparamos en la composición social de dicho organismo, basada en personalidades del mundo empresarial, financiero, político y el mundo docente pero, eso sí, con participación, a través de acciones, en empresas privadas.

Para la OMC y para la ANECA, la educación no es más que “capital humano emprendedor” o un “comercio de servicios” que debe ser “liberalizado”. También para Ana Botín, hermana del magnate financiero del Santander, presidenta del Banco Banesto y de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, organismo que sirve de punto de encuentro entre la empresa y el mundo universitario, según declaraba en su última conferencia en Vigo “La universidad y la empresa en la sociedad del conocimiento. Un camino compartido”, en Mayo de 2008.

Las distintas leyes de financiación autonómica, como la LAU, aprobada por la Junta de Manuel Chaves, coinciden en que “Las universidades deben asumir una mayor responsabilidad por su propia sostenibilidad financiera a largo plazo, sobre todo por lo que respecta a la investigación: Esto supone una diversificación proactiva de sus fuentes de financiación mediante la colaboración con empresas (también en forma de consorcios transfronterizos), fundaciones y otras fuentes privadas”.

La realidad de este Proceso de Bolonia es inseparable de la actual coyuntura política y económica. Se incluye en el paquete de medidas con que los distintos gobiernos, incluido el de Zapatero, están respondiendo a la deplorable situación económica en favor del alto empresario, reduciendo gasto público para emprender planes de rescate con los que subsidiar al sistema financiero y la empresa en crisis y atraer la inversión, a costa de privatizar los servicios públicos. Se retrasa así el desplome inevitable de la Bolsa, alimentando la especulación, pero no se evita que, mientras tanto, el empresario recurra al despido o supresión de personal y profesorado, la reducción en gastos de enseñanza, el recorte o supresión de titulaciones y el desmantelamiento a medio plazo de las infraestructuras.

El Plan Bolonia afecta al estudiante, mediante la privatización del sistema educativo, la sustitución de becas por préstamos, el recorte y encarecimiento de la enseñanza y la ingerencia del empresario en los planes de estudio, de la misma forma que la crisis afecta al mercado laboral facilitando el despido masivo (amparado por la Junta), la congelación de salarios, aumentando la carestía de la vida, la inaccesibilidad de la vivienda. Aspectos todos estos, que tarde o temprano afectarán a la juventud, profesional o trabajadora, que no contenta con no poder emanciparse hasta tarde y tener dificultad para pagar sus estudios, tendrá que hacer frente al desempleo, la precariedad, una pésima formación, la falta de préstamos o de salario con que afrontar el pago de hipotecas o alquiler, etc.

Este es el tipo de mercado laboral al que Bolonia quiere “adaptar” la Universidad. Lo cual tan sólo va en detrimento de la formación, pero no de la dificultad para seguir encontrando empleo (salvo para los antiguos Licenciados que no encuentren trabajo “en lo suyo”).

La realidad del trabajador, del profesional, del docente, del personal de administración y servicios... es inseparable de la realidad del estudiante medio y superior.

Un estudiante medio a cuya familia afecte la crisis, es un estudiante que, aún más, con Bolonia, difícilmente podrá acceder a unos estudios universitarios.

Un estudiante superior a cuya familia afecte la crisis, tendrá que buscar empleo, pero, con Bolonia, está obligado a asistir a clases, por lo que se verá obligado a abandonar o interrumpir sus estudios.

El estudiante de Grado es, según el Decreto, un estudiante “de una formación general, en una o varias disciplinas, orientada a la preparación para el ejercicio de actividades de carácter profesional” (un F.P. 3), es decir, deberá enfrentarse a la condición de mano de obra flexible, poco exigente y barata, y empleos de carácter precario.

El estudiante de Máster es, según el Decreto, un estudiante “de una formación avanzada, de carácter especializado o multidisciplinar, orientada a la especialización académica o profesional, o bien a promover la iniciación en tareas investigadoras”. Lo que antes te daba una Licenciatura, Ingeniería o Diplomatura, lo suple uno o dos años de Máster pero, a un coste muy superior (27,5 € por crédito, en torno a 1800 euros por año), con sólo una beca por 25 a 40 estudiantes. El estudiante de Máster, es, o un suertudo, o alguien endeudado de por vida.

Debemos responder a todo ello de forma conjunta.

Los estudiantes llevamos por más de un año luchando solos contra Bolonia. Pero no hemos conseguido que se atienda a ni una sola de nuestras demandas, salvo por un aumento de becas. Tan sólo hemos logrado atrasar el proceso. Pero Bolonia no es más que la LOU, y los Reales Decretos. Derogados éstos, esta brutal transformación del Plan de Estudios no se estaría llevando a cabo.

Y la LOU es sólo una parte de la actual coyuntura política y económica. Si queremos paralizarla, hemos de unirnos a otros sectores en lucha, afectados por el Plan Bolonia y la situación general de la crisis. Hemos de unirnos a los profesores, a los becarios, al personal de administración y servicios, a los conductores de Tussam, a los mineros de Boliden, los despedidos en Plaspapel, los astilleros, los trabajadores de la metalurgia MP que han conseguido parar un despido masivo (un ERE) recientemente, al no firmarlo la Junta.

Derogar la LOU es competencia del gobierno. Un día de huelga de esos sectores causa más daño que un mes de huelga de los estudiantes. Pero el mes de huelga de los estudiantes es relativamente sencillo con el apoyo de estos sectores. Debemos buscar apoyos por fuera del estudiantado y la universidad, si es necesario asumiendo reivindicaciones conjuntas, preparando así el terreno para una huelga general indefinida en la enseñanza media y superior contra el gobierno, con una consigna clara: la derogación de la LOU y del Decreto.

Ésta puede ser coordinada a nivel estatal mediante el III Encuentro Estatal de Asambleas contra Bolonia en Burgos, y preparada a través de una Hoja de Ruta de movilizaciones conjuntas en todo el Estado, ampliamente discutida y difundida a nivel local en las Asambleas de Estudiantes de base y planteada a aquellos otros sectores a los que queremos llegar: profesores, PAS, y sectores de trabajadores actualmente en lucha. Porque es el futuro de la enseñanza lo que está en juego: es necesario una huelga general indefinida en la enseñanza media y superior, apoyada desde otros sectores sociales, para exigir la para exigir la derogación de la LOU y sus Decretos.

sábado, 14 de marzo de 2009

¡Especulemos también con la universidad!

"El proceso de Bolonia" en la crisis galopante del capitalismo tardío

Es sabido que la subordinación del conocimiento a la forma de dominación vigente es una constante en el devenir de la humanidad.

Sin embargo, a medida que el capitalismo se fue haciendo hegemónico en las sociedades europeas (y se necesitó cada vez menos de la violencia directa sobre la población -gracias a la "coacción sorda de las relaciones sociales de producción" que se imponían-) se atribuyó a la ciencia un valor más formalmente neutral (lo que permitía mayor libertad de investigación, con el único límite de que los resultados pudieran ser incorporados de uno u otro modo a las dinámicas de acumulación de capital o de reproducción social). Proceso semejante al que experimentaron el Estado o la escuela: es precisamente su neutralidad la garante de la reproducción de las relaciones de desigualdad capitalistas.

No obstante, en los periodos de crisis de acumulación la patentización de la subordinación (del trabajo vivo, la naturaleza, la ciencia y la tecnología) se hace más necesaria. Recordemos, por ejemplo, que la ciencia acentúa la potencia de expansión del capital y resume en ella el conjunto del progreso social, al tiempo que proporciona a quien la controla elementos incomparables de intervención en la realidad. El crecimiento exponencial de la investigación y el desarrollo para la búsqueda de rentas tecnológicas (fuente extraordinaria de beneficios en el capitalismo tardío) tiene como resultado la creación dentro de las grandes corporaciones de los departamentos de I+D y la aceleración de la investigación aplicada en las instituciones que organizan la educación superior (ver al respecto el clarificador artículo de Carlos Sevilla, "Tesis sobre la universidad y el movimiento estudiantil").

Y es que en esta fase de transnacionalización del capital en que sus fuentes de valorización encuentran cada vez más dificultades dentro de eso que se ha llamado la "economía real", las salidas hacia la especulación no son meros antojos ni el fruto de "errores" de corrupción corregibles con más o menos buena intención. Tampoco es casual que otra de las vías de fuga más socorrida sea la apropiación de la riqueza social a través de la privatización.

Esto último también tiene dramáticas implicaciones, por más que hasta hoy parezca que se "toleren" mejor. Así por ejemplo, la disminución proporcional de los gastos públicos es ya una lacra de nefastas consecuencias en los países empobrecidos (impuesta desde el "mundo rico" a través de los programas de ajuste estructural) y comienza a afectar seriamente al común de la población en las sociedades llamadas del Norte.

Tratándose de la enseñanza este proceso tiene connotaciones especiales, pues el ritmo de innovación tecnológica hace que el conocimiento sea un factor competitivo crucial. De ahí el dilema que ha venido evidenciándose en el sector educativo: cómo conciliar la reducción de la financiación de los servicios públicos con la mejora de su eficacia como "instrumentos" al servicio de la acumulación de capital.

La resolución de esta contradicción se realiza a partir del acompasamiento educativo a la evolución del mercado de trabajo, esto es, combinando la adaptación (la tan manida flexibilidad) con la dualización (segmentación de itinerarios para las distintas clases sociales o fracciones de clase). Me explico, se trata de acomodar el valor de la fuerza de trabajo intelectual mediante el establecimiento de condiciones como son una cualificación jerarquizada (diferentes grados y postgrados –desde los básicos, muy degradados científicamente, hasta los de élite- para una escala de precios de unos y otros titulados), una competitividad permanente en función de demandas cambiantes de la patronal (la tan elogiada formación a lo largo de toda la vida) una disponibilidad geográfica a través de la creciente movilidad, y la expansión del negocio de las nuevas tecnologías y muy especialmente internet.

En educación la inversión pública se iría centrando cada vez más en los primeros niveles del sistema educativo (la formación básica de la fuerza de trabajo ha de ser garantizada a través de financiación pública o capital colectivo), mientras que en los superiores entraría cada vez en mayor proporción el financiamiento privado, condicionado, claro está, a objetivos y resultados (he aquí la alusión a la evaluación de calidad de las universidades, que se financiarían según metas –empresariales- alcanzadas).

Como afirma Nico Hirtt en su excelente trabajo sobre el tema, Los nuevos amos de la escuela, para el conjunto de los países miembros de la OCDE la enseñanza adviene uno de los últimos tesoros por apropiarse, nada menos que cerca de 900.000 millones de euros al año. Mientras que los gastos mundiales en educación se estiman en unos 2 billones de euros. Demasiado como para que el capital privado lo deje escapar. Por eso, y más allá del desenlace de esta última erupción financiero-especulativa del capital, su proyecto para este ámbito es la Education Business (donde la formación sustituya a la enseñanza, las competencias al conocimiento y la empleabilidad a la cualificación). De la cada vez más estrecha vinculación (y dependencia) de la Universidad a la empresa, pasamos así directamente a la Universidad-empresa.

Ya en 1989, mostrando las líneas a seguir en el futuro, la Tabla Redonda Europea de Industriales (uno de los más poderosos grupos de poder y presión en la Unión Europa) afirmaba: "El desarrollo técnico e industrial de las empresas europeas exige claramente una renovación acelerada de los sistemas de enseñanza y de sus programas (…) La educación y la formación son consideradas como inversiones estratégicas vitales para el éxito futuro de la empresa. (Mientras que) la industria no tiene sino una débil influencia sobre los programas de enseñanza, (y los educadores) una comprensión insuficiente del entorno económico, de los negocios y de la noción de beneficio".

Sumado a ello viene la insistencia en las nuevas tecnologías para la enseñanza a distancia. Eso tampoco es de gratis, una vez que Internet pueda ir sustituyendo más y más horas de trabajo del profesorado, se irán cobrando también más y más sus servicios (para eso está el programa Sócrates, orientado entre otras cosas a estimular la investigación sobre "logísticas educativas multimedias").

Copiando esas intenciones (quien manda manda) la Comisión Europea decía en su documento de 1990 al respecto: "Una universidad abierta es una empresa industrial (sic) y la enseñanza superior a distancia es una industria nueva. Esta empresa tiene que vender sus productos en torno al mercado de la enseñanza continua en el que rige la ley de la oferta y la demanda".

Difícilmente se puede ser tan claro. Ya tenemos a los estudiantes convertidos en clientes, las clases y cursos en productos, y la "enseñanza continua" hecha fuente permanente de ganancia del nuevo negocio educativo.

¿Y la movilidad?, ¡Ah, sí!, la movilidad o disponibilidad geográfica de la futura fuerza de trabajo cualificada abre las posibilidades de la competencia internacional por la captación de alumnado (aquí destaca el programa Leonardo da Vinci).

Pero hay otros procesos anejos a esta ofensiva para ultimar la conversión de la educación en mercancía, y que son colaboradores necesarios de la misma:

El incremento de la desigualdad y la jerarquización entre el profesorado, su diferente representación en los cuerpos docentes, sumada a una menor democracia interna entre estamentos universitarios (PDI, PAS, alumnado).

Multiplicación, como en el resto del mundo laboral, de las figuras de contratación temporal, con el consiguiente aumento de la precarización del profesorado y la sostenida disminución de las plantillas estables, que viene de la mano de la potenciación de su trabajo como meros transmisores de conocimientos, en detrimento de la investigación y de la docencia crítica (hay un cierre fáctico de la investigación ajena a los intereses financiadores del gran capital a través de sus agentes privados o públicos).

Una nueva composición y elección de los órganos de gobierno universitario que facilita el plegamiento a intereses políticos y económicos ajenos al mundo académico, muy especialmente los del mundo empresarial, bajo la cobertura del "control social" de la universidad. Como se ha advertido ya por otros colegas, los claustros pueden pasar a ser algo así como los consejos de administración de las empresas y los rectores sus "consejeros delegados".

La acentuación del sistema de créditos fordista que se había ido implantando con las últimas reformas, implica una extensión de la carga lectiva a la esfera de la vida privada del alumnado, crecientemente incompatible con la dedicación laboral (aumento de obstáculos para la integración del mundo del trabajo a la universidad). La difuminación de la separación entre "tiempo libre" y "tiempo de estudio" corre paralela a la cada vez mayor utilización productiva del "tiempo libre" por parte de la clase trabajadora en general. Esto implica la declinación de cualquier actividad académica que no tenga réditos en créditos. A cambio, la fidelidad de la educación superior a los principios de la empresa es recompensada como "ocupabilidad" del estudiantado.

Para contribuir a esa "ocupabilidad" los distintos itinerarios sociales según la procedencia de clase de la población, a través de la formación profesional, la enseñanza media, la superior y la de postgrado, se refuerzan ahora con nuevas divisiones de grados. Se intenta, además, que cada vez en mayor medida el alumnado se pague sus propios estudios, a través de la proliferación de becas-créditos a devolver cuando se comience a trabajar (curiosamente, un país que ha impulsado este tipo de becas, como Gran Bretaña, ha disminuido en cerca de un 30% el gasto público por estudiante desde 1989).

Todo esto se enmascara bajo denominaciones como "autonomía con rendición de cuentas", "una universidad al servicio de la sociedad", "mejora continua de la calidad y la competitividad educativa", "metodologías activas y participativas centradas en el estudiantado" etc., etc., tan bonitas como engañosas (véase al respecto cualquier modelo educativo de una universidad europea en la actualidad).

El proceso de Bolonia, y los Comunicados de Praga, Berlín, Bergen y Londres (en concordancia con los objetivos de apropiación privada de la riqueza social explicitados en la Cumbre de Lisboa), no son sino pasos precisos dentro de este proyecto metódico de relojería, que podríamos llamar de la mercancía-enseñanza y en concreto de la reconversión industrial y el abaratamiento de "la fuerza de trabajo intelectual".

Y no es que la ciencia deba estar necesariamente separada del mundo de la producción, de lo que se trata es de que una y otro no queden bajo los dictados del interés privado de una todopoderosa minoría.

Es cierto que hay que cambiar muchas cosas en el sistema educativo en general y en la universidad en concreto. La endogamia y el vasallaje entre los primeros, también la pugna cainita de despachos por titulaciones y créditos en vez de procesos razonables de atribución de contenidos curriculares en virtud de intereses sociales (lo cual no quiere decir mercantiles), la profundización del pensamiento y docencia críticos sobre los meramente reproductores, la elección y rendimiento del profesorado sujetos a claves más acordes con la condición de servicio social, la democratización de las instancias universitarias, entre bastantes otras.

Pero no parecen ser esas precisamente las "correcciones" en las que está interesado el capital, ni mucho menos. El mundo empresarial no sólo quiere que le paguemos su "crisis" entre todos, quiere que el conjunto de los servicios públicos, la entera riqueza social, se ponga a su servicio.

Aunque tarde una de las partes más afectadas, el estudiantado, ha empezado por fin a movilizarse. ¿Y el profesorado universitario? Como siempre, gracias.

Andrés Piqueras
Sociología
Universidad de Castellón

NAVIDADES EN LOS PAÍSES TERCERMUNDISTAS

Se acercaban las navidades. Papa Noel, los Reyes Magos, los regalos, el turrón, etc.

Todas esas absurdas tonterías, inventadas por “quién sabe”, con el fin de que los comercios llenen sus bolsillos.

La profesora de Lengua de Darío le había mandado hacer una redacción sobre lo que él pensara que era la navidad, pero … ¿cómo escribir lo que él verdaderamente pensaba?

El muchacho estaba en su habitación pensativo … de repente, le vino a la cabeza un libro de esos que te cuentan las historietas de los niños que se portan mal y reciben carbón el día de Reyes.

Darío se dirigió a la estantería para buscarlo. Entonces, el niño, rebuscando, se encontró como una especie de aparato con una pantalla.

-¿Qué es esto y cómo ha llegado hasta mi habitación?- dijo Darío.

Darío se dispuso a encender la pantalla, y… ¿qué es lo que vio?

Lo que Darío vio era una gran fábrica de juguetes donde niños de siete u ocho años eran explotados, fabricando juguetes sin descanso.

Darío indignado decidió apagar ese extraño aparato y hacer la redacción de Lengua que le habían mandado (aunque todo fuera un engaño).

De repente, mientras hacía la redacción, Darío oyó una voz que le decía:

-Darío. Ven a cenar o se te enfriará la cena.

El niño obediente, fue a cenar.

Cuando Darío estaba con sus padres, Juan, que era el padre del muchacho, le dijo:

-Darío, ¿qué quieres que te regalen los Reyes Magos estas navidades?

El muchacho con mucho coraje respondió:

-Papá, lo que de verdad quiero es que niños de mi edad que son pobres y no tienen nada, no sean explotados haciendo juguetes para grandes empresas, para que yo el día de Navidad reciba un objeto hecho por estos niños que luego dejaré a un lado y lo olvidaré, habiendo otras cosas más importantes como que estos niños puedan tener una infancia feliz donde puedan jugar y no tener que pasarla trabajando.

Alicia Montoya Martínez
1º ESO - IES CENCIBEL

CUENTO DE AYER, HOY Y…MAÑANA

Érase una vez una niña de 12 años que tenía que escribir un cuento de Navidad para el instituto al cual asistía.

¿Qué podría escribir? Al buscar entre sus recuerdos más ocultos encontró una historia que poder contar.

Esta historia ocurrió al poco tiempo de cumplir 8 años. Comenzó en un una mañana de Enero, víspera de los Reyes Magos, al descubrir que iba a hacer un viaje en tren a las tierras cálidas del sur.

Preparamos las cosas para hacer ese viaje. Acabábamos de llegar a la estación de tren. Al poner el pie sobre el primer escalón de aquel extraño tren, supe que algo iba a pasar -¿Qué?- me pregunté...

Ocupamos nuestro vagón. Con nosotros se sentaron unos inmigrantes marroquíes. Ataviados con sus largas chilabas apenas abrieron la boca al principio del viaje.

Empezó a moverse el tren muy lentamente. Después de transcurrida una hora se detuvo. Al principio pensamos habría sido un pequeño descanso. Pero no fue así. Estando en esos pensamientos, como por arte de magia, vi aparecer a tres hombres, uno de ellos parecía de piel oscura. Los otros dos eran de tez clara. Llevaban bolsas con útiles muy extraños. Saludaron y se marcharon echando una sonrisa cómplice a los que ocupábamos en vagón.

Nos informaron que había sufrido una avería que tenían que reparar para proseguir el viaje. Avería que tardó en repararse varias horas.

Ese tiempo lo pasamos en el vagón. Fuera hacía un frío invernal que impedía bajar del tren sin riesgo de coger una pulmonía.

La gente se lamentaba, era la noche de Reyes, ¿qué pasaría?....

En realidad lo único que pasó y lo más importante es que compartimos, desde bocadillos hasta bebida, junto a algún juego de cartas entre la mayor parte de los integrantes del vagón.

Esa convivencia con los otros, me hizo apreciar que más allá de religiones, formas de vivir,...es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Cambió mi imagen de los marroquíes. Pienso que también les sirvió a ellos para entendernos más.

Fue el día de Reyes de aquellos mis ocho años…un cuento para pensar.

María José Cuéllar Sevilla
1º ESO - IES CENCIBEL